sábado, 16 de mayo de 2015

Apuntes sobre el dolor social generacional (*)

Para Diego Guzmán Farías, estudiante de Prevención de Riesgos 
y Exequiel Borvarán Salinas, estudiante de Psicología, Valparaíso, Chile. 
Con dolor,  pena y esperanza.

Otoño de 2015.
Francisco Farías Mansilla[1]

En nuestras sociedades latinoamericanas y caribeñas, las relaciones sociales entre generaciones, han venido siendo denunciadas por diversos actores, en su carácter Adultocéntrico, es decir, sociedades ordenadas desde la sobrevaloración de lo adulto en desmedro de lo considerado menor (niños, niñas y jóvenes) y de lo que ya pasó (vejez). En esta asimetría (+, -), el mundo adulto aparece como un tiempo social deseable, como el modelo a seguir y como referente normativo que ordena nuestros imaginarios y prácticas.

Vivimos en sociedades adultocéntricas (también patriarcales, capitalistas, coloniales, sociedades organizadas en multidominios), que se construyen desde una cierta imagen de adultez, que posibilita el maltrato hacia nuestros jóvenes, lo que podemos observar al interior de las familias, escuelas/liceos, iglesias, trabajos, entre otros espacios; en la toma de decisiones, en las condiciones que generamos para su participación, en la forma que resolvemos nuestras diferencias, en definitiva, en el trato que construimos con ellos y ellas.

Denostamos sus producciones (contra) culturales, políticas y sociales, las leemos desde nuestros lentes adultocéntricos, esperando siempre tener la última palabra (“Palabra de Adulto”) y la razón al momento de dirimir conflictos entre generaciones. Escuchamos poco. Hablamos mucho. Subvaloramos sus Utopías, creemos que no saben, los pensamos binariamente entre la belleza del joven voluntario y la maldad  del joven que se moviliza protestando por el derecho a la educación. Creemos que “La Juventud es una enfermedad que se pasa con el tiempo”.

En los últimos 25 años, desde la llegada de los gobiernos civiles, el Movimiento Estudiantil(desde el potente silencio de los noventa, pasando por el “Mochilazo” del 2001/2002, la Revolución Pingüina del 2006 y el Movimiento Social por la Educación Pública, Gratuita y de Calidad 2011-2012), corrió el cerco de lo posible y cuestionó nuestra sociedad estructuralmente.Politizaron nuestro orden social, nos mostraron las injusticias del sistema educativo chileno. Criticaron con fundamentos la promesa de integración y movilidad social. Así y todo, los queremos educar unilateralmente desde el mundo adulto, imponiendo la Educación Cívica, como respuesta a la crisis de la clase política y sus vínculos con el capital financiero.

Los Mundos Juveniles resisten la dominación Adultocéntrica. También la reproducen, porque sus prácticas poseen un carácter humano y social. En palabras de un amigo, son “pulentos y charchas” en el mismo movimiento.

El asesinato de los dos jóvenes en Valparaíso, se inscribe como socialmente legítimo, en la medida que hemos generado condiciones materiales y simbólicas para su producción. Hemos llegado a pensar la juventud como una condición deficitaria de nuestras sociedades. Si eres joven empobrecido, mujer, indígena; las posibilidades de constituirse como sujeto disminuyen considerablemente.

Lo ocurrido ayer, lejos de ser un accidente, una tragedia o una acto meramente individual, nos muestra una sociedad que se expresa en su conflictividad social con nuestros jóvenes. Nos habla que hay ciertos sujetos que merecen no existir (por ejemplo,  la campaña radial de un programa que llamaba a “Pitiarte un Flayte”  el año 2005, vinculando pobreza y delincuencia[2]), nos señala nuestras jerarquías sociales.

Así como el movimiento feminista y de mujeres, ha venido denunciado el carácter Patriarcal de nuestra sociedad, con la consigna ¡CUIDADO! EL MACHISMO MATA, necesitamos una consigna para denunciar la dominación Adultocéntrica en nuestras sociedades y co-construir alternativas dignas que posibiliten la constitución de sujetos jóvenes.

Urge hacernos cargo!!!

 




[*] Escribo con mucho dolor. Dolor social por la muerte del asesinato de dos jóvenes en la ciudad de Valparaíso, en el marco de una manifestación estudiantil por mejoras en el sistema educativo, el pasado Jueves 14 de Mayo de 2015.

[1] Trabajador Social, Estudiante Magíster en Ciencias Sociales, FACSO, U. de Chile. Núcleo de Juventudes.

[2] Radio Carolina eliminó polémica sección “Pitéate un Flayte” (Chile, 2005)  http://www.lanacion.cl/noticias/site/artic/20051116/pags/20051116151123.html


lunes, 11 de mayo de 2015

De brazos cruzados…

Miguel Ángel González, militante del Kolectivo Poroto, comparte una interesante reflexión del último Taller de Paternidades en Lo Prado, espacio en el cual estuvimos trabajando con diversos actores y actrices locales de la Red Chile Crece Contigo.

Mayo, 2015.

De brazos cruzados…

La mañana fría recordaba que sí, que ya estamos entrando en los días de bajas temperaturas matinales, lluvias que (esperemos pronto) purifiquen el entorno, y hojas caídas en las calles… esas hojas que a muchxs nos pidieron para confeccionar manualidades infantiles sobre el otoño.

Nunca antes visité Lo Prado, lugar hasta donde nos tocó llegar para compartir con varones de la comuna, sobre eso que llamamos paternidad y crianza. Junto a Carlos y Devanir reparamos en la -a mi juicio espantosa estructura metálica que a modo de arco cruza una calle principal, coronada por una cruz, recordando la vista del Papa a Chile en 1987-. “Otro ejemplo de colonización permanente de las conciencias”, pensé.

Luego, seguimos rumbo al lugar de encuentro: la reluciente Biblioteca Gabriel García Márquez, hasta donde poco a poco fueron llegando tímidos, silentes, pero seguro expectantes nuestros compañeros de jornada. Esos hombres (más dos mujeres que se sumaron), que decidieron ver qué traía este encuentro; que nos regalaron una preciosa mañana de sábado y nos permitieron invertir con ellos un tiempo de encuentro. 

Presentaciones de rigor y establecimiento de algunas nociones importantes para el grupo: trabajo horizontal, aprendizaje mutuo, participación y dinamismo. Nociones que más tarde serían motor del trabajo.

Llegado el momento en grupos, fue el mensaje que me entregaba su cuerpo lo que me permitió ver en él un desafío, una invitación y una curiosidad que opté por canalizar en pos del grupo, y dosificar para que poco a poco, en la medida que él lo permitiera, diera luces sobre lo que tenía para entregar el ser interno que se protegía bajo esos brazos cruzados, aquel ceño fruncido y expresión de impenetrabilidad, acentuado por una piel curtida y manos trabajadoras. Recordé que la paciencia es una virtud revolucionaria y observé, esperé… el diálogo fluyó, y la presencia de una compañera lo dinamizó con lo certero de sus palabras, su gran capacidad expresiva y la gracia de su acento cubano-chileno. 

Su turno llegó sin que lo pidiera.  “No tuve ni tengo relación con mi padre, y no me interesa tenerla. Está vivo, sé dónde y qué hace, pero no me interesa”. Eran el trauma, el abandono, la ausencia, la carencia, y el rencor los elementos que configuraban la vivencia de aquél hijo –también padre- que tanto llamó mi atención. Las conversas continuaron, y a tales experiencias compartidas, había que darles espacio para que continuaran su trabajo de remoción de escombros, pues finalmente, por muy taller que fuese, el de brazos cruzados se desnudaba frente a un grupo de extrañxs.

Minutos antes de culminar el primer espacio grupal, sus palabras vinieron sin ser esperadas. “Lo importante de todo lo que me pasó, es que no quiero repetirlo y no lo repito. Nada de lo que me pasó quiero que ocurra a mis hijas, por eso les entrego amor y todo lo que necesiten, aunque lo material no es lo más importante”.
  
Con ese mismo ritmo fluyeron tantas otras experiencias de vida -que ni este ni ningún escrito son capaces de reflejar fielmente-: de auto crianza en la calle, de esfuerzo, de conciencia de clase por ser sujetos padres en la cultura neoliberal del trabajo, el éxito, el consumo y la escases de tiempo, así como también otras gratificantes; de hijxs con recuerdos felices, padres presentes y figuras de orgullo. Una mixtura que cocinó un plato de los que más se recuerdan, aquellos que llevan varios ingredientes y mezclan sabores.

La jornada llegó a su fin y la palabra más repetida fue gracias; hubo risas, abrazos y valoración por lo entregado y recibido. El compañero de los brazos cruzados nos dejó antes de terminar, pero en mi mente seguía presente la mirada profunda de ese compañero y la decisión política de no repetir, de romper el cerco y ser con lo que vivió, pero para transformar su realidad más íntima... un hombre que, a pesar de lo que su cuerpo decía al comienzo, no se quedó de brazos cruzados...  

Diría que el nombre de la biblioteca está bien puesto. No sólo por el homenaje que, sin duda, se le debe al “Gabo” García Márquez, sino porque mucho de lo que allí ocurrió fue, a mi modo de ver, y como con las mariposas amarillas, un encuentro mágico con el realismo


Migue